domingo, 26 de mayo de 2013

Prometo...

Si llego al poder haré…
¿Cuántas veces habremos escuchado estas palabras en el inicio de un discurso político?
Cuando decíamos que el lenguaje político utilizaba mayormente la función apelativa me refería en gran parte a este aspecto. Es una de las primeras acciones que realizan los políticos: la promesa. Una promesa con un fin claro, conseguir su objetivo de ser elegido para el cargo en cuestión a cambio de facilitar, si lo consigue (y posteriormente es factible), un beneficio para la comunidad a la que se dirige.

Los políticos saben que su éxito o fracaso depende de unos electores a los que se dirige continuamente, lo que no implica que el mensaje tenga que ser claro, a excepción de las campañas electorales, donde las ideas se exponen claramente para llegar a su electorado en cuestión y así hacerlo con más fuerza.

En este escenario confuso, aparece de forma repetida la formulación de la promesa.
Podemos observar que aunque puede variar en su exposición, su intención y su función comunicativa permanece íntegra.
Expuestos el contexto y el hecho, nos centraremos en situarlo en las clases de “actos de habla” para verificar su validez semántica.
Según la R.A.E.
 –Promesa:
 1. f. Expresión de la voluntad de dar a alguien o hacer por él algo.
2. f. Persona o cosa que promete por sus especiales cualidades.
3. f. Augurio, indicio o señal que hace esperar algún bien.
4. f. Ofrecimiento hecho a Dios o a sus santos de ejecutar una obra piadosa.
5. f. Cantidad que se estampaba en los pagarés de la lotería primitiva, como premio correspondiente a la suma que se había jugado.
6. f. Der. Ofrecimiento solemne, sin fórmula religiosa, pero equivalente al juramento, de cumplir bien los deberes de un cargo o función que va a ejercerse.
7. f. Der. Contrato preparatorio de otro más solemne o detallado al cual precede, especialmente al de compraventa.
De aquí podemos deducir el valor  y sentido de “promesa” en el discurso político, donde lo importante es que la voluntad de ayudar o de hacer algo por alguien (en este caso el electorado) quede bien clara. En su sentido de voluntad, obligación y compromiso podemos apreciar que de no darse todos los componentes que la forman dejaría de tener validez, y por tanto estaría vacía.



Para que la promesa deje de tener ese valor semántico deben darse una serie de condiciones, que formarán una serie de reglas, por ejemplo no serían válidas las promesas que no se refirieran al futuro, ni aquellas que produjeran un perjuicio en vez de un beneficio.

Contamos también con la condición de lo obvio, pues dicha promesa carece de validez. Por ejemplo no tiene sentido que un juez prometa que dictará sentencia pues es algo que está ligado a su labor, o que un dependiente prometa que venderá los artículos de su tienda…
Otra condición necesaria para la verificación de la validez de la promesa es la convicción total de la posibilidad de llevarla a cabo.

Por ejemplo si alguien dice: -Prometo que te compraré un coche.
Tiene que darse que  el emisor tenga la intención de comprar un coche a alguien, que eso conlleve un beneficio para quien lo recibe( que sea alguien que pueda usarlo, por ejemplo no le serviría de nada a alguien ciego), que haya un sitio donde comprar el coche, que tiene el dinero para comprarlo…

En lo referente al político tenemos que analizar el hecho de que la promesa se emite desde una posición incierta, desde el supuesto de que ocurra un determinado suceso, pues para el “cumplimiento” de esas promesas tiene que darse la condición de que finalmente el político salga elegido, por lo que la promesa política está basada en una condición por lo que su validez semántica se ve mermada o incluso anulándose su valor lingüístico.
-Si llego al congreso… Si me votais… Si gano las elecciones…


Eh aquí el inicio del discurso político.

1 comentario:

  1. Es muy interesante tu blog, y esta bien estructurado, te ánimo para que sigas que ya queda muy poquito tiempo. Pero tu puedes.

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