Si llego al poder haré…
¿Cuántas veces habremos escuchado estas palabras en el
inicio de un discurso político?
Cuando decíamos que el lenguaje político utilizaba mayormente
la función apelativa me refería en gran parte a este aspecto. Es una de las
primeras acciones que realizan los políticos: la promesa. Una promesa con un
fin claro, conseguir su objetivo de ser elegido para el cargo en cuestión a
cambio de facilitar, si lo consigue (y posteriormente es factible), un
beneficio para la comunidad a la que se dirige.
Los políticos saben que su éxito o fracaso depende de unos
electores a los que se dirige continuamente, lo que no implica que el mensaje
tenga que ser claro, a excepción de las campañas electorales, donde las ideas
se exponen claramente para llegar a su electorado en cuestión y así hacerlo con
más fuerza.
En este escenario confuso, aparece de forma repetida la
formulación de la promesa.
Podemos observar que aunque puede variar en su exposición,
su intención y su función comunicativa permanece íntegra.
Expuestos el contexto y el hecho, nos centraremos en
situarlo en las clases de “actos de habla” para verificar su validez semántica.
Según la R.A.E.
–Promesa:
1. f. Expresión de la voluntad de dar a
alguien o hacer por él algo.
5. f. Cantidad que se estampaba en los
pagarés de la lotería primitiva, como premio correspondiente a la suma que se
había jugado.
6. f. Der. Ofrecimiento solemne, sin fórmula
religiosa, pero equivalente al juramento, de cumplir bien los deberes de un
cargo o función que va a ejercerse.
7. f. Der. Contrato preparatorio de otro más
solemne o detallado al cual precede, especialmente al de compraventa.
De aquí podemos deducir el valor
y sentido de “promesa” en el discurso político, donde lo importante es
que la voluntad de ayudar o de hacer algo por alguien (en este caso el
electorado) quede bien clara. En su sentido de voluntad, obligación y
compromiso podemos apreciar que de no darse todos los componentes que la forman
dejaría de tener validez, y por tanto estaría vacía.
Para que la promesa deje de tener ese valor semántico deben darse
una serie de condiciones, que formarán una serie de reglas, por ejemplo no
serían válidas las promesas que no se refirieran al futuro, ni aquellas que
produjeran un perjuicio en vez de un beneficio.
Contamos también con la condición de lo obvio, pues dicha promesa
carece de validez. Por ejemplo no tiene sentido que un juez prometa que dictará
sentencia pues es algo que está ligado a su labor, o que un dependiente prometa
que venderá los artículos de su tienda…
Otra condición necesaria para la verificación de la validez de la
promesa es la convicción total de la posibilidad de llevarla a cabo.
Por ejemplo si alguien dice: -Prometo que te compraré un coche.
Tiene que darse que el
emisor tenga la intención de comprar un coche a alguien, que eso conlleve un
beneficio para quien lo recibe( que sea alguien que pueda usarlo, por ejemplo
no le serviría de nada a alguien ciego), que haya un sitio donde comprar el
coche, que tiene el dinero para comprarlo…
En lo referente al político tenemos que analizar el hecho de que
la promesa se emite desde una posición incierta, desde el supuesto de que
ocurra un determinado suceso, pues para el “cumplimiento” de esas promesas
tiene que darse la condición de que finalmente el político salga elegido, por
lo que la promesa política está basada en una condición por lo que su validez
semántica se ve mermada o incluso anulándose su valor lingüístico.
-Si llego al congreso… Si me votais… Si gano las elecciones…
Eh aquí el inicio del discurso político.
Es muy interesante tu blog, y esta bien estructurado, te ánimo para que sigas que ya queda muy poquito tiempo. Pero tu puedes.
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